¿De verdad quieres salir de tu "zona de confort"?



En un mundo en el que internet y las redes sociales son omnipresentes es fácil que determinados conceptos, que se difunden a través de ellos, puedan ser adoptados por las personas sin haber sido revisados o cuestionados suficientemente. Uno de esos conceptos, asociado a la psicología moderna o al coaching, es el de salir de tu zona de confort.

Creo que cuando se nos habla de la conveniencia de salir de nuestra zona de confort lo que se nos quiere dar a entender es que a veces somos víctimas de hábitos que nos enferman, crean conflicto, o que, simplemente, nos limitan; y que nos beneficiaría salir de ese estado. Y así, de ese modo, poder superar una enfermedad, alejarnos de un conflicto, o, sencillamente, romper una barrera interna que ha condicionado demasiado nuestras vidas.

Insisto: seguro que la intención al sugerirle a alguien que salga de su zona de confort es positiva. Sin embargo, tal como yo lo veo, el concepto salir de nuestra zona de confort tiene algo de perverso. Sobre todo, si tenemos en cuenta cómo funciona nuestro inconsciente.

Supongamos que Fulanito tiene una relación de pareja en la que el amor ha dejado de existir hace mucho tiempo, pero él sigue anclado a esa relación porque, de alguna manera, le resulta cómoda. Quizá por que le viene bien que su pareja le cuide. Quizá para no sentirse solo. O quizá para cubrir ciertas necesidades afectivas.

Viéndolo desde fuera con otra perspectiva, un buen día un amigo suyo, con la mejor intención del mundo, le sugiere a Fulanito que salga de su zona de confort, que si ya no está enamorado de su pareja, ¿por qué seguir a su lado? ¿Por qué mantener una relación y privarse uno de vivir algo mejor? Y, al mismo tiempo, ¿por qué privar a la otra persona de la oportunidad de disfrutar de una relación más satisfactoria?

Pero mi pregunta es: si Fulanito finalmente se anima a dejar esa relación y reiniciar otra nueva, ¿necesariamente implicará su decisión tener que renunciar a su confort?

O cuando alguien se plantea salir de su zona de confort para encontrar un trabajo que le haga feliz, ¿implicará ese movimiento decirle adiós a su confort?

Y si lo que uno pretende es abandonar un hábito dañino, como el tabaco, ¿implicará dejar de fumar renunciar al confort en su vida?

Desde luego, para nuestra mente inconsciente, sí: salir de la zona de confort implica entrar en una zona de no confort, o sea, de incomodidad. Simple y llanamente. Y es muy fácil de entender: si yo digo que para superar una determinada situación he de salir de mi zona de confort, lo que estoy haciendo sin darme cuenta es darle a mi mente inconsciente la orden de que ese lugar fuera de la zona de confort, necesariamente, no será confortable. ¿Y qué es lo opuesto a confortable? Pues lo incómodo; ni más ni menos.

Llegados a este punto, me pregunto: ¿acaso el crecer en la vida tiene que implicar un camino o un estado de incomodidad? O dicho de otro modo: ¿tenemos que renunciar a un estado confortable para evolucionar o para alcanzar cosas mejores en la vida?

Pues yo, personalmente, no creo que tenga por qué ser así. Creo que podemos evolucionar, crecer y superar retos en nuestra vida sin tener que salir de la zona de confort, sin que tengamos que pagar el absurdo precio de renunciar al confort en nuestras vidas, sin tener que adentrarnos en la zona de incomodidad.

Creo, humildemente, que sería más apropiado sustituir el concepto de salir de nuestra zona de confort por el de salir de nuestro estado de estancamiento.

Desde luego, abandonar el confort no es algo agradable. Pero no parece que abandonar un estado antinatural de estancamiento (en el Universo, todo tiende a cambiar) haya de tener alguna consecuencia desagradable para nosotros. Más bien, todo lo contrario.

Desde mi punto de vista, considero que la idea de salir de la zona de confort conecta con viejos paradigmas que relacionan el evolucionar en la vida con el esfuerzo, el sacrificio, la renuncia o la mortificación. Lo cual, es una manera de ver la vida, pero no la única. Seguramente, haya otras opciones mejores.

Si con nuestra mente cuántica (la que crea lo que creemos) concluimos que para evolucionar y mejorar tenemos que renunciar al confort en nuestras vidas, así será: evolucionaremos mediante el no confort, es decir, mediante lo duro, lo difícil, lo costoso, lo abrupto, lo tedioso, lo desagradable. En suma: lo incómodo. Aunque, conscientemente, nadie quiere eso. Así que, si podemos elegir (y podemos), cualquiera de nosotros preferiría avanzar, crecer y evolucionar con armonía, con alegría, con placer, con confort, fácilmente. 

Y lo primero, para que esto suceda, es creerlo. Lo segundo: que nuestras palabras vayan en sintonía con nuestros pensamientos. Por eso, para poder evolucionar confortablemente propongo el concepto de salir de nuestra zona de estancamiento.

El decirlo así será un gran paso hacia delante, una manera de hacer más llevadero el largo camino de nuestra evolución personal.

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