La madre del cordero



¿Por qué los ciudadanos de un país son sistemáticamente desangrados y amordazados por su gobierno y no reaccionan masiva y contundentemente? ¿Por qué una mujer sufre casi a diario los insultos de su hijo y no se pone en su sitio? ¿Por qué el ascensor de una comunidad de vecinos se estropea tres veces en un mes y no se cambia de compañía de mantenimiento? ¿Por qué a una persona que padece una grave enfermedad y está desahuciada se le ofrece una posible cura y no se decide a probarla? ¿Por que unos amigos alquilan un apartamento en la playa y cuando se marchan lo dejan peor que cuando lo encontraron? ¿Por qué un conductor circula a gran velocidad por una autovía y no guarda la distancia de seguridad con el vehículo que tiene delante? 

Todos estos casos, ¿tienen algo en común?

Lo que yo veo en ellos, claramente, es que sus protagonistas tienen más o menos baja la autoestima. Por eso, actúan como actúan: no se aman lo suficiente. Y puedo comprenderlo, comprender que actúen así: con dejadez, con indolencia, con pasividad, incluso con temeridad. Al fin y al cabo, es lógico que una persona tenga baja la autoestima si nadie le ha enseñado a cultivarla, a desarrollarla, a potenciarla. Porque eso no te lo enseñan en el colegio. Ni siquiera tus padres, salvo honrosas excepciones. Nadie nace sabiendo amarse. Amarse es algo que se aprende. No es algo regalado, o que surge sin ton ni son. Es una actitud (ante uno mismo, ante la vida) consciente y voluntaria. Y si nadie te la ha enseñado, o tú no te has ocupado de aprenderla por tu cuenta, pues difícilmente puedes saber en qué consiste o cómo se pone en práctica.

El caso es que esta reflexión puede llevarnos a una conclusión muy lógica y evidente: para transformar nuestra realidad más inmediata (pareja, familia, entorno laboral, comunidad de vecinos, país...) es muy conveniente transformarnos antes a nosotros mismos. Porque lo primero sin lo segundo es algo inconsistente e insostenible, como un castillo de naipes.

Por ejemplo: el que España salga de una vez por todas de la crisis, ¿de qué depende? ¿Depende exclusivamente del gobierno de turno? ¿O depende, fundamentalmente, de que el conjunto de sus ciudadanos se amen cada vez más? ¿Qué está por encima? ¿Qué es prioritario? 

Si te amas a ti mismo, no solamente es que deseas lo mejor para ti (armonía, salud, bienestar, prosperidad...) sino que, además, haces lo oportuno para conseguirlo. No esperas de brazos cruzados a que te lo den. No esperas a que te llegue. Simplemente, vas a por ello. Y de la misma manera que procuras dártelo a ti mismo, procuras dárselo a tu entorno, a los demás. Es decir, tú quieres lo mejor para ti y también para todo cuanto te rodea. Quieres ser cada vez más feliz, sí, pero, al mismo tiempo, quieres que los demás también lo sean. Y así, de ese modo, poder compartir de igual a igual esa felicidad que te nutre y que da plenitud a tu vida.

Y es que el amor hacia uno mismo, la autoestima, es, siempre, la madre del cordero.

Comentarios